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La salud del Mar Menor ha sido objeto de discusión durante años, y el nitrato ha sido, injustamente, el protagonista central de esta controversia. Sin embargo, la realidad es que, aunque el nitrato haya estado presente, su cantidad ha sido sorprendentemente baja en los últimos años, lo que contradice la noción popular de que es el principal culpable de la situación del Mar Menor. De hecho, muchos muestreos no detectaron nitrato alguno.

Las publicaciones que ha ido sacando nuestro colectivo, ‘Agroingenieros por el Mar Menor’, han desafiado muchas de las percepciones predominantes sobre el estado del Mar Menor. Una de las conclusiones más reveladoras es la carencia de criterios científico-técnicos precisos en relación al papel central del nitrato, en la salud ambiental de esta masa de agua.

Se ha generado un binomio falso entre nitrato y agricultura. Que ésta utiliza este nutriente imprescindible para las plantas es una obviedad. Que el nitrato sólo proceda de esta actividad además de capcioso es sandio. El origen del nitrato es diverso y proviene de múltiples fuentes, entre las que destaca la minería, ganadería, agricultura, vertidos de aguas residuales urbanas e industriales, saneamiento en mal estado, deposición atmosférica.

Una vez que el nitrato alcanza las aguas subterráneas, independientemente de su origen y del tiempo, éste entra al mar a través de la conexión hidrogeológica con el acuífero cuaternario del Campo de Cartagena. Concretamente, los nitratos procedentes de la actividad agrícola se acumulan a lo largo de décadas de cultivos. Actuar sobre esta interfaz supone de facto reducir la entrada de este nutriente al mínimo. Sabemos cómo hacerlo y su coste es cero para el erario público.

A menudo, se comete el error de relacionar directamente los episodios distróficos del Mar Menor en años específicos, como 2016, 2019 y 2021, con altos niveles de nitratos. Sin embargo, no hay evidencia empírica publicada que confirme esta asociación. Más aún, el nitrato y la clorofila, un indicador del crecimiento del fitoplancton, no están correlacionados. De acuerdo con una investigación de Fernández-Alías et al. (2022), la clorofila es más influenciada por factores químicos, como el fosfato, y por variables hidrográficas, como la temperatura y la salinidad.

En este contexto, es fundamental recalcar que el Mar Menor ha presentado niveles reducidos de nitratos en los últimos años, y similares a los años 80. Esta es una verdad respaldada por datos científicos, y debe ser considerada en cualquier discusión sobre el estado de este cuerpo de agua. Lamentablemente, la desinformación y los mitos prevalecientes han empañado la comprensión real del problema y han desviado la atención de factores más determinantes.

Es igualmente crucial no simplificar la problemática del Mar Menor a una única causa. Existe un conjunto de factores ambientales, químicos y humanos que han influido en su deterioro. El papel de los vertidos de las aguas residuales y mal estado de la red de saneamiento es de los más importantes.

La narrativa dominante que culpa exclusivamente al nitrato por la situación del Mar Menor ha llevado a retrasar la recuperación del estado ambiental del Mar Menor al menos 7 años. Este colectivo aboga por hablar de responsabilidad y no de culpas, de soluciones y no de culpables, en definitiva, en trabajar por su verdadera recuperación en el ámbito de nuestras competencias.

La colaboración interdisciplinaria es fundamental para entender y abordar eficazmente la salud del Mar Menor. Es esencial que científicos, agrónomos, hidrogeólogos, ecologistas, pescadores, urbanistas y políticos trabajen conjuntamente para diseñar estrategias que enfrenten todas las aristas de la gestión ambiental. Un enfoque holístico y basado en la evidencia es el único camino viable para recuperar y preservar este valioso ecosistema.

En resumen, es hora de superar los estereotipos y las simplificaciones y mirar la situación del Mar Menor desde una perspectiva más amplia y fundamentada. El nitrato es solo una pieza del puzzle, y es esencial que se considere el panorama completo para encontrar soluciones verdaderamente efectivas. Como sociedad, tenemos la responsabilidad de proteger este patrimonio natural, y eso implica comprender la complejidad del problema y actuar en consecuencia. Un cambio de paradigma es urgente.