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El deterioro del Mar Menor es una realidad irrefutable. Lo sabe bien Natalia Corbalán, directora de la Fundación Ingenio, dedicada al fomento de la agricultura sostenible en el Campo de Cartagena. Los agricultores de esta comarca murciana reclaman una solución integral contra la contaminación de la laguna, de la que denuncian haber sido señalados como principales responsables de un problema en el que entran en juego otros factores tan diversos como las escorrentías causadas por las lluvias torrenciales o las deficiencias en la depuración, en una zona que en verano sufre una «hiperpoblación» por la llegada de turistas.

Licenciada en Derecho por la Universidad de Murcia, Corbalán ha trabajado como consultora para el Servicio de Diversificación de la Economía Rural de la Consejería de Agua, Agricultura, Ganadería, Pesca y Medioambiente de la Región de Murcia. Desde marzo de 2020, dirige la Fundación Ingenio, que nació coincidiendo con el principio de la pandemia, para hacer frente de forma conjunta a las dificultades a las que se enfrentan los agricultores y regantes de la zona, para los cuales el recorte del trasvase Tajo-Segura ha sido un duro revés.

¿Quién integra la Fundación Ingenio y cuál es su objetivo?

Nuestro Patronato está constituido por 41 empresas hortofrutícolas, sobre todo cooperativas. Representamos el 85% de la producción del Campo de Cartagena. Principalmente cultivamos brócoli, pimiento, apio, frutales, cítricos… Nos unimos en marzo de 2020 para poner en valor la actividad agrícola, porque, además, aquí hay una problemática especial: son unas 43.300 hectáreas de regadío que están frente por frente con el Mar Menor.

¿Qué peso tiene la agricultura en el Campo de Cartagena?

Representa el 37% del PIB de la comarca. No es solo la agricultura del Campo de Cartagena, es la agricultura de toda la región. Murcia es eminentemente una zona agrícola. Esta actividad económica ha dado pie a que otras, como el transporte por carretera o la industria logística frigorífica, hayan florecido. Desde los años sesenta nos denominan la ‘huerta de Europa’. Si ahora mismo se está comiendo lechuga en el resto de España y en Europa es porque se produce aquí. Tenemos unas condiciones climáticas privilegiadas. Aquí todo vive de la agricultura.

La proximidad al Mar Menor incide directamente sobre la actividad agrícola. ¿Cuál es el estado actual de la laguna?

El Mar Menor está en un falso buen estado. La laguna está en un proceso de eutrofización, aunque la propia Comisión Europea afirma que no están eutrofizados el 100% de los puntos de control. Lo que sufre el Mar Menor son crisis distróficas puntuales que generan mortandades de peces. Se han vivido dos episodios graves desde el año 2019, aunque la degradación ambiental empezó en 2016, cuando ocurrió el primer bloom de fitoplancton. Fue el primer síntoma de alarma de que estaba sucediendo algo grave dentro de la cadena trófica. Ahora mismo no se están produciendo mortandades de peces, que es lo que más alarma, pero hay que restablecer el equilibrio medioambiental.

¿Qué impacto tiene la agricultura en el deterioro del Mar Menor?

La agricultura tiene un impacto, no lo hemos negado nunca, pero ¿cuál fue la que tuvo más impacto? La que ejercían nuestros abuelos, porque no tenían unas técnicas de cultivo como las que hay ahora. Eso generaba una contaminación por nitratos en el subsuelo, en el acuífero cuaternario, que es la gran superficie subterránea que está debajo de la zona regable. Esa superficie subterránea está conectada con el Mar Menor, por eso nosotros reivindicamos que se activen los pozos para sacar esa agua que tiene una alta carga en nitratos.

¿Ha cambiado la forma de cultivar en los últimos años para reducir su impacto sobre el entorno?

Con la agricultura actual la contaminación es prácticamente nula, porque el regadío que se aplica en el Campo de Cartagena es por goteo. El agua y los fertilizantes se aplican gota a gota, no percolan, el nutriente se le da en vena. Somos la agricultura más competitiva del mundo, junto con Israel. Es una agricultura de precisión. El cultivar más con menos se inventó aquí, porque nunca ha habido recursos hídricos. La responsabilidad se ha focalizado en la agricultura, que se lleva controlando ya seis años, con un marco regulatorio asfixiante. Pero si solamente fuese eso, ¿por qué el Mar Menor no se recupera? Es evidente que hay otra serie de factores.

¿Cuáles son esos otros factores que intervienen en la degradación del Mar Menor?

Principalmente predomina el impacto de las aguas residuales de origen urbano, las tuberías llevan residuos humanos que acaban yendo al Mar Menor. La depuración tiene fallos y adolece de una falta de redimensionamiento evidente. En verano las poblaciones se cuadriplican y las infraestructuras no están preparadas. En los años setenta se intentó democratizar el turismo, entonces se dragaron los fondos marinos para crear playas. El dragado no era suficiente, así que llevaron arena de canteras, que acaba entrando a la laguna y la atora. Las conexiones entre el Mar Menor y el Mediterráneo están colmatadas. Ya no hay un tránsito de agua como el que había en origen, aunque nosotros no defendemos que haya que aperturar más las golas, porque la comunidad científica está dividida.

¿Las lluvias torrenciales también afectan?Las danas, que aquí son recurrentes, también tiene unos efectos devastadores, porque arrastran todo a su paso. La actividad minera que había en Cartagena y La Unión se abandonó, pero las minas siguen a cielo abierto y cuando llueve las escorrentías también arrastran estériles mineros al Mar Menor. También hay purines que percolan en el acuífero, porque hay una actividad ganadera importantísima en la zona de Fuente Álamo y hay balsas que no están impermeabilizadas.

¿El Ministerio de Transición Ecológica reconoce el carácter multifactorial del problema?

El plan marco de actuaciones prioritarias para la recuperación del Mar Menor, aprobado en noviembre de 2021 por el ministerio, es el principal documento que reconoce esta multifactorialidad. De los 382 millones de euros que en una primera hornada destinó al plan, le dieron 110 millones al sellado de las minas, 101 al plan de inundaciones, 53 a saneamiento y depuración… A la agricultura le destinaron solo el 6% del presupuesto, una cantidad absolutamente ridícula si realmente consideras que el problema viene solo del factor agrícola. El ministerio sabe muy bien lo que hay. También la Unión Europea ha hecho un informe de evaluación que reconoce la multifactorialidad del problema. Lo sabe, lo reconoce y está exigiendo medidas.

¿Cuál es el encaje de las distintas administraciones en términos de responsabilidad sobre el deterioro del Mar Menor?

Las diferentes administraciones competentes están utilizando las competencias, en vez de para hacer, para no hacer. Se escudan en ellas para echarle la pelota al otro. En agricultura las competencias están transferidas a la comunidad autónoma. La Ley del Mar Menor que aprueba el Gobierno regional en julio de 2020 tiene el 70% de su articulado dedicado a hiperregular la agricultura y omite otra serie de factores, porque generan un desgaste político. El problema del Mar Menor lo tiene que solucionar la ciencia, no los políticos. Las decisiones políticas inacertadas son lo que contamina.

Se ha cogido a la agricultura como chivo expiatorio. Por un lado, al Gobierno central le viene muy bien que la agricultura sea una excusa porque es la tormenta perfecta para cortar el trasvase Tajo-Segura. Por otro lado, el Gobierno regional, para tapar sus vergüenzas, ya tiene un culpable, señalado sistemáticamente ante la sociedad. Pero eso es una irresponsabilidad enorme, porque el Mar Menor necesita recuperarse. La agricultura es parte del problema, pero también de la solución.

En septiembre el Senado aprobó la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para dotar al Mar Menor de personalidad jurídica, ¿en qué ha cambiado la situación?

Nosotros no estamos en contra de la ILP, no nos manifestamos en contra de un movimiento social que aunó un sentimiento que la sociedad murciana y nacional tenía por recuperar el Mar Menor. ¿A quién no le duele ver el Mar Menor así? Todos queremos salvarlo; los agricultores, los primeros. Pero la ILP no lo va a salvar, solo las infraestructuras y acciones lo harán. Dotar de personalidad jurídica a un espacio natural en la Unión Europea es algo nuevo, por lo que tampoco sabemos si tiene encaje en nuestro sistema jurídico. De hecho, está recurrido en el Tribunal Constitucional. La Fundación no está en contra de la ILP, pero el Mar Menor no se va a recuperar con denuncias ni colapsando juzgados.

La máxima expresión del deterioro del Mar Menor son los reiterados episodios de peces muertos en la laguna, ¿a qué se deben? ¿Puede volver a ocurrir?

Sí, se repetirán si se repite su origen. La mortandad del 12 de octubre de 2019 se produjo porque un mes antes había habido una dana muy importante y el tanque de tormentas de San Pedro del Pinatar, que no está conectado a la depuradora, estaba lleno de la basura arrastrada por las lluvias. Las tuberías vertieron toda esa agua putrefacta, que ocasionó la mortandad de peces por asfixia no en todo el Mar Menor, sino en ese punto, en la playa de Villananitos. La segunda mortandad importante se produjo el 14 de agosto de 2021, coincidiendo con una hiperpoblación en la zona de la cubeta sur, donde están las playas de La Manga. Ahí se produce un fallo en el bombeo de la electricidad de la depuradora de Los Nietos y se suelta toda esa agua fecal. Eso vuelve a provocar una bolsa anóxica que mata a los peces. Es decir, el nitrato no mata a los peces, mueren porque hay vertidos puntuales de sustancias tóxicas.

Ustedes proponen como solución la creación de un Anillo Protector Ambiental, ¿en qué consiste esta medida?

Es una solución holística. Hay que hacer infraestructuras para contener el agua superficial que llega hasta el Mar Menor y extraer el agua subterránea del acuífero, porque el nivel freático está muy alto. Muchas de las infraestructura que recoge nuestro Anillo Protector Ambiental ya estaban en el Plan Vertido Cero, diseñado para el Mar Menor en el anterior Gobierno. Con el cambio de Gobierno, se metió en un cajón y se hizo un nuevo plan. No estamos en contra del nuevo plan, pero no contempla sacar el agua del acuífero y eso es capital. La solución no es eliminar la agricultura. Aunque se suprimiera por completo y toda la cuenca fuera de secano, el problema de contaminación permanecería durante treinta años, porque el estocaje de nitratos está en el acuífero.

Otro gran problema de la agricultura en el Campo de Cartagena es el agua. El Gobierno ha aprobado recientemente el recorte progresivo del trasvase Tajo-Segura, ¿cómo valoran esta decisión?

Sin agua nosotros no seríamos absolutamente nada. El trasvase Tajo-Segura, que comienza en 1979, afecta a regadíos declarados de interés nacional, porque se decidió que Murcia tenía que ser una potencia agrícola. El agua se puede transportar, pero el sol no. El recorte al trasvase no se basa en criterios técnicos y científicos, sino políticos, para contentar a otras comunidades autónomas. Se ha visto la oportunidad, basándose en una irresponsabilidad por parte del Gobierno regional, que señala a la agricultura como principal factor de la contaminación del Mar Menor. Es la tormenta perfecta. Si tú, Gobierno regional, ya dices que tu actividad contamina, pues yo, ministerio, te corto el agua y se acaba el problema. Pero no, el Mar Menor no se va a solucionar si no hay agua y encima se va a generar un problema social y económico enorme.

¿Cómo prevén que les afecte el recorte del trasvase?

Van a abocar a los agricultores a un agua, con suerte, desalada, a un coste que no van a poder asumir. Para mí, cortar el trasvase Tajo-Segura no es una opción, solo espero que se obre un milagro y no se lleve a cabo, porque de aquí a cinco años nos quedaremos sin agua y eso supone un drama social. Se va a reducir la zona cultivada, los empleos y la riqueza que se genera. El Instituto Universitario del Agua de Alicante calcula que se perderán 15.322 empleos, aparte de la pérdida de soberanía alimentaria. Todos queremos comer de todo durante todo el año y a precios asequibles, pues cuando se pierda la superficie de regadío todo va a ser muchísimo más caro. Vamos a perder todos. Esto es un problema para España y para Europa, no solo para la Región de Murcia.

¿Puede buscarse otro uso del suelo que sustituya a la actividad agrícola?

Si uno analiza los decretos y las leyes que están regulando ahora mismo el Mar Menor, ve que hay un plan para reconvertir la zona en explotaciones fotovoltaicas. Ya se está produciendo, la gente deja las tierras y llegan grandes empresas y fondos energéticos para instalar macroplantas fotovoltaicas. No estamos en contra de la fotovoltaica, la energía limpia, venga de donde venga, siempre es bienvenida, pero sí estamos en contra de que terrenos productivos de regadío, con infraestructuras y con inversiones, se destinen a eso. Hay mucho secano, mucho terreno para poner este tipo de instalaciones que, además, no generan empleo.

Los agricultores están desmoralizados, porque ven que cada vez se ponen más trabas a su actividad. No les han dado un tránsito, no puede ser que ahora, de la noche a la mañana, les digan que son unos delincuentes. No, yo soy un agricultor, cojo el agua y la transformo en alimentos. Si va a haber una revolución ecológica y sostenible, hagan que yo pueda ejercer mi actividad. No la prohíben, pero, si todo son trabas, llega un momento en el que tiras la toalla.